Mi querida Gurutzi
Conocí a Gurutzi a mis 19 años.
Yo era un flamante universitario que justo había conocido los mapas topográficos y hacía mis primeros pinitos en fotografía.
Por mi cuenta había empezado a hacer una pequeña colección de fotografías de ermitas cuando alguien me dijo que había una persona que estaba haciendo un trabajo serio acerca de las ermitas de Bizkaia. Que bien podía ponerme en contacto con ella por si de alguna manera podíamos colaborar. No es que estuviera motivadisimo pero sí que pregunte por ella.
Primero me mandaron a Derio y allí no la encontré.
Unos días más tarde pase por la plaza de Indautxu dónde me habían dicho que también solía estar. Sin ninguna expectativa. Probablemente picado por la curiosidad o no sé muy bien qué.
Seguramente si aquella tarde no la hubiera encontrado tampoco hubiese vuelto.
En aquel momento no era un interés loco el que yo tuviera por las ermitas.
Pero sí que la encontré.
Me presenté. En un breve encuentro le dije que me habían llamado la atención las ermitas a medida que había ido conociendo Vizcaya y que si le podía resultar de utilidad, allí me tenía.
Me preguntó si sabía hacer fotografías y si me apañaba bien con los mapas.
Qué más quería yo si mis aficiones ahora podían reportarle algún provecho a alguien.
Y sin más que aquella presentación, aquella declaración de buenas intenciones, Gurutzi sin saber nada de mí, me indico que podía probar a hacer fotografías de tres ermitas que me señaló en Mañaria y me dió lo que hoy serían aproximadamente 90 €.
Sin un recibo, sin ningún dato, sin más que confiando en lo que yo le había dicho.
Cuando salí a la calle con el dinero en la cartera extrañado todavía de cómo habían sucedido los acontecimientos pensé «esta mujer me ha dado 90 € así sin más que lo que yo le he dicho. Sin saber nada de mí»
Cómo aquella tarde a Gurutzi le acompañaba Ander Manterola, por él he sabido más tarde, que cuando ella volvió al despacho le dijo con una cierta sorpresa cómo había transcurrido la entrevista y de qué manera un poco tontamente me había entregado aquél dinero.
Por supuesto a las 3 semanas me presenté en el mismo sitio con 3 carretes de diapositivas revelados para enseñarle lo que había hecho y si lo que yo había fotografiado se acercaba a lo que ella quería.
Ninguno de los dos podíamos saber que nos esperaban 40 años de relación. 40 años de colaboración 40 años de camaradería 40 años de complicidad.
40 años que tratándose de Gurutzi son un suspiro porque es una persona tan fácil.
Fácil siempre que tú te presentes abiertamente sinceramente, sin doblez.
Gurutzi es una persona entrañable, una persona con la que es muy fácil encariñarse pero no porque sea alguien ñoño o fácil de hacer la pelota, sino porque es alguien que enseguida detecta la franqueza y la devuelve como confianza.
Aún así no es solo cuestión de afecto.
Si en alguien cabe la palabra coordinar es en ella.
Es el perfecto director de orquesta que puede no saber tocar ningún instrumento pero hacer que todos suenen bien.
Saber ordenar sin que parezca una orden, saber mandar sin que resulte imperativo, saber sacar lo mejor de las personas, cosas que ni siquiera ellos sabían que tenían dentro.
Éramos un grupito de cinco o seis personas empeñadas en sacar adelante el catálogo de las ermitas de Bizkaia al dictado de las necesidades de Guru.
Gurutzi las visitó todas.
Jamás le valió el testimonio de ninguna persona . Lo sé porque yo le acompañé en muchas y lo sé porque al final del camino cuando estábamos urgidos ya con la edición de la obra, en una ermita que ella no había visitado todavía yo hice un reportaje particularmente exhaustivo de manera que si a ella no le daba tiempo a visitarla se pudiera apoyar en las fotografías.
Me agradeció el detalle pero de ninguna manera renuncio a visitar en persona esa y las cuatro o cinco ermitas que le faltaban.
Su trabajo, su entrega su disposición fueron impecables. Fueron un ejemplo. No hay mejor manera de llegar a los demás que predicar con el ejemplo.
Para mí fue un placer, un disfrute visitar esas 482 ermitas que tenía Vizcaya en aquel momento, más el trabajo de gabinete en la biblioteca de Derio que me hicieron conocer Vizcaya en profundidad a golpe de calcetín y a golpe de bibliografía.
Gurutzi siempre ponderó nuestro trabajo, siempre alabó las cualidades de sus colaboradores, jamás escamoteo ninguna autoría a nadie aunque a veces lo hicieran los editores.
Qué más queremos todos que desempeñar un trabajo útil para alguien que sabe apreciarlo.
Empecé a acudir a las reuniones de Etniker y de alguna manera me fui convirtiendo en su fotógrafo.
Gracias a ella vi las puertas abiertas al palacio de la Diputación de Vizcaya, a entrevistarme con las más altas instancias del Obispado o de la Bilbao Bizkaia Kutxa.
Me ví transportado a un mundo del que no habría tenido conocimiento de no haber llegado a él de su mano.
Ella siempre amable siempre atenta ante aquellas personalidades me hacía una presentación breve pero cariñosa «este es José Ignacio, nuestro fotógrafo» y añadía alguna cosita siempre adecuada.
Si sabía de alguna preocupación por tus familiares, tus padres tu mujer tus hijas siempre tenía un detalle, una palabra de aliento.
No le costaba nada, no era fingido, era su natural.
Trabajadora infatigable, siempre dispuesta.
No es mi intención ponerme a ensalzar su profesionalidad o insistir en los premios con los que fue reconocida sino dejar constancia de su estilo inimitable, y del triunfo de la naturalidad frente a los valores que actualmente campan por muchos equipos de trabajo.
Es muy posible que si yo hubiera presentado mi candidatura a un grupo de selección de personal al uso actual, nunca nos hubiéramos conocido.
Porque era una mujer conocedora de la naturaleza humana, porque era una mujer sin doblez, porque era una mujer entrañable con una grandísima capacidad de dirigir y de querer al mismo tiempo, los que hemos trabajado con ella no podemos sino sentirnos honrados de haberla conocido, agradecidos de haberle sido de utilidad.
A ella y a sus proyectos que no eran otros que la etnografía y la cultura de nuestro pueblo.
Amó Vizcaya amó el País Vasco se entregó en cuerpo y alma a ellos y a todos.
Para mí ha sido una persona a quien he admirado y he querido.
Gurutzi te llegaba como una de esas lluvias finas, que cuando te quieres dar cuenta, estás calado hasta los huesos.
José Ignacio García Muñoz